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Cervantes, en el capítulo XI, de la segunda parte del "Quijote", uno de sus más valiosos testimonios costumbristas -la aventura de las Cortes de la Muerte- nos relata el gracioso encuentro de nuestro hidalgo (que la tradición sitúa en los alrededores de Pedro Muñoz), con la carreta de la compañía de cómicos de Angulo el Malo, que iba "cargada de los más diversos y extraños personajes y figuras que pudieron imaginarse". Nos describe minuciosamente la composición de dicha compañía de come- días, que, al parecer, venía de representar el auto sacramental "Las Cortes de la Muerte", en un pueblo de la vecindad.

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Los comediantes, como era costumbre, se desplazaban de un lugar a otro durante la noche; pero cuando acontecía que debían actuar en dos lugares diferentes en el mismo día, efectuaban el viaje sin despojarse de sus disfraces. Esta es la razón de que Don Quijote se topase con tan singular comitiva, entre la que se encontraban figurantes vestidos de Muerte, de Soldado, de Cupido, de Emperador, y de Demonio; y la mujer del empresario , que iba ataviada de Reina.

El itinerario semanal de algunas de dichas compañías solía incluir nueve o diez pueblos, y, en ocasiones, una gran ciudad como Toledo, o Ciudad Real. Frecuentemente, una compañía recorría unos doscientos kilómetros a la semana. Ello implicaba un apretado programa de actuaciones. De dichas prisas nos lega curioso testimonio Calderón de la Barca, en un sabrosísimo diálogo que nos describe en su entremés de "La Muerte", y que se desarrolla entre el "autor" y los comediantes de una de aquellas compañías:

Comediantes:           Dénos lugar a que nos desnudemos.
Autor:                       Nadie de desnudarse necesita;
                               Porque si han de comenzar luego en llegando,
                               En andarse vistiendo y desnudando
                               Se pasará la tarde
                               y no es bien que un concejo nos aguarde
                               Tan notable y bizarro.
                               ¡ Al carro cada cual como está!
Comediantes:         ¡Al carro!

Casi todos los pueblos manchegos disponían de sus corrales de comedias, o de lugares más o menos improvisados, destinados al efecto; como podían ser los mesones, las ventas, o las posadas.

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De esta forma, llegaron a merecer justa fama el Mesón de la Fruta, de Toledo, y muchos otros cuya modestia no constituía impedimento para que en ellos se presentaran las mismas compañías y obras, que se ofrecían -especialmente en los jueves del Corpus- en el importante Corral de Comedias de Almagro, o en el mismísimo teatro "Príncipe", de Madrid.

Cuando un concejo. no podía reunir los fondos necesarios para contratar una compañía de comedias, con sus recitantes, tañedores y bailadores, era uso corriente que se organizaran compañías locales de aficionados,

 

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